Recordamos la última entrevista de Mayra Gómez-Kemp en ¡HOLA! hace tan solo cuatro meses (2024)

Durante la década de los ochenta, cada viernes, más de veinticinco millones de espectadores se sentaban delante del televisor para disfrutar de uno de los mejores concursos de nuestro país: Un, dos, tres... responda otra vez. Al frente estaba ella: Mayra Gómez Kemp.Este domingo 13 de octubre, la icónica presentadora de la televisión ha muerto a los 76 años. Hace tan solo unos días, sufría una aparatosa caída en su domicilio en la localidad de Mijas y estuvo más de 20 horas sin poder moverse en el suelo. "Pasé mucho frío". "Hasta que no entraron los bomberos no me pude levantar. Fue tremendo". "No tengo nada roto así que fue un milagro", explicaba ella misma en el programa de Sonsoles Ónega, aunque todavía se desconoce si este accidente está relacionado con su fallecimiento.

Recuperamos la última entrevista que dio en vida a ¡HOLA!, en la que nos anunció que se retiraba a sus "cuarteles de invierno", pero estaba feliz porque tenía una gran noticia que contar: acababa de recibir el alta oncológica después de una larga lucha.

Su sueño, ser artista

-Tus padres eran artistas y criaron a una.

-Mis padres eran cubanos y tuvieron a una hija artista, aunque fue un gran disgusto para mi padre, porque él quería que yo tuviera una trayectoria académica. Fui a la universidad muy joven, tenía tan solo 16 años. Yo sabía que en mi casa no había dinero para hacer un máster, vivíamos en el exilio, y mis padres tuvieron que empezar de cero a los 50 años… No fue fácil, así que nunca he añorado tiempos pasados, porque no fueron mejores…

-¿A qué se quería dedicar Mayra Góme Kemp de joven?

-Yo era carne de cañón y lo sabía (risas). Quería ser artista. También toqué muchos palos porque estudié en Estados Unidos y me formé en danza, canto, actuación… Hace años si eras presentadora no podías ser artista, y yo me preguntaba ¿por qué no puedo cantar? ¿por qué no puedo actuar? ¿por qué tengo que elegir?

-¿Nunca imaginaste ser presentadora?

-No. Nunca me imaginé presentando un programa. Cuando me llamó Chicho Ibáñez Serrador y me dijo ‘Mayra, quiero que presentes el Un, Dos, Tres’, mi respuesta fue ‘Chicho, ¿ya has empezado a beber a estas horas?’ (risas). Yo me acuerdo la primera vez que me reí en un programa de Televisión Española, y me dijeron que no me podía reír de esa manera, porque las presentadoras de la cadena no se reían así. Contesté que no me sabía reír de otra manera, pero en aquella época buscaban una imagen más neutra. Así que imagínate...

-Tu padres eran cubanos, y con doce años os vais a Puerto Rico. ¿Cuándo llegas a España?

-Llegué en los años 70. Estaba haciendo el musical ‘Rocky Horror Show’, pero siempre he tenido la mala costumbre de presentarme a muchos castings (risas). Después del musical llegó mi salto a la televisión.

Recordamos la última entrevista de Mayra Gómez-Kempen¡HOLA! hace tan solo cuatro meses (4)© GTRES

Un, dos, tres… responda otra vez

-¿Cómo fue el momento en el que te dijeron, ‘Mayra queremos que te pongas al frente del concurso?

-Yo trabajaba en Antena 3 Radio y llamó Chicho a la radio. Me dijeron que me había llamado su mujer, y dije ‘qué raro’. Yo ya lo conocía porque había trabajado de actriz en la subasta del Un, Dos, Tres. Pensaba que era una broma cuando me ofrecieron presentar el concurso. Mucha gente estaba convencida que no estaba preparada para ponerme al frente del programa solo por ser mujer, y mira tú por donde que las primeras que me respaldaron fueron las mujeres. Eso es impagable, el cariño que yo sentí de todas ellas y del público en general.

-¿Eres consciente de que te veían más de 25 millones de personas?

-No, porque si llego a ser consciente no hubiera hablado (risas). Yo sabía que nos veía mucha gente, notaba el cariño de la gente, pero en todo momento no era consciente.

-¿Cómo ha sido llevar el peso del mejor concurso de la historia?

-Profesionalmente estoy más que satisfecha. Era muy consciente del peso que llevaba en el concurso, pero mi mayor ‘dificultad’ fue como relacionarme con las azafatas del programa. No podía relacionarme como un hombre, pero tampoco adoptar el papel de madre con ellas. Así que decidí adoptar el papel de hermana mayor. Yo me sentía en la obligación de darles su sitio, pero ¿qué sitió era ese? Era muy difícil saber cómo relacionarse con ellas.

-¿Chicho te marcaba unas directrices o tenías libertad absoluta?

-Tenía libertad. Él y yo podíamos hablar sobre temas de dinero de invitados. Por ejemplo, llegó un momento en que se quedó corta la cantidad de dinero para las parejas… y al final en todas las parejas hay uno más dominante…

-Encontraste el equilibrio entre ser cercana y amable, y ser respetada. Nadie manejaba los tiempos mejor que tú.

-Sí, porque una cosa es ser cercano, y otra faltar el respeto. Hay que hacer las cosas con educación, y yo era muy consciente de lo que decía, y ahora parece que la gente dice lo primero que se le pasa por la cabeza, sin pensar en las consecuencias que puede tener esto. Hay que tener la libertad de decir lo que quieras, pero siempre hay que pensar en el otro.

-Fuiste la primera vez que una mujer se puso al frente de un concurso con estas características.

-Sí, siempre lo recordaré. He tenido que ser una mujer fuerte, con carácter pero es mejor saber torear…Hay momentos en los que hay que ir más suaves y otros saber imponerse y decir aquí estoy yo. Muchas veces me han preguntado acerca del movimiento ‘Me too’, y a mí lo que me pasó es que mi marido medía 1,85 y pesaba 90 kilos, así que cualquiera se metía conmigo (risas). Ayuda tener un hombre que te respalde y yo con Alberto me sentía así.

-¿Cómo eran las grabaciones del Un, dos, tres?

-Interminables. Se sabía cuando empezaba, pero no cuando se terminaba. El programa se grababa los martes y se emitía los viernes. Chicho no quería que hubiese mucha distancia de días, porque así detectaba lo que le gustaba al público y lo que les hacía reír.

-¿Cuándo te pasaban el guion, entiendo que te lo estudiabas porque no había cue ni pinganillo?

-No existía. Me lo aprendí todo de memoria, por eso siempre digo que es bueno ejercitar la memoria, porque es un músculo. Tengo la cabeza perfecta, más que algunos líderes políticos. Yo era muy consciente que lo que decía quedaba dicho y que 25 millones de espectadores era mucha gente.

-¿Los colaboradores eran conscientes del éxito del programa?

-Sí. Colaborar allí significaba inmediatamente una subida de galas, porque muchos de ellos eran humoristas. Ellos sacaban el dinero en las galas, pero el concurso les daba tranquilidad, porque sabían que yo me aprendía mi parte y la de ellos. Nos dimos cuenta que si repetíamos la gente no se reía, por eso para mí era tan importante que lo dijesen todo de un tirón. Intentaba controlarlo todo. Pero luego había una leyenda urbana que cuando yo movía unas cosas de sitio era porque era bueno o malo, y no era así, tenía que ver con el tiro de cámara (risas). Yo siempre fui consciente de las cámaras, siempre lo fui.

-¿De quién aprendiste esto?

-Experiencia que te dan los años, y de Sara Montiel. Yo me maravillé con ella porque entendía hasta de luces y decía ‘esa luz ahí no, que no me favorece’. Por eso, hay que aprender de todo el equipo que hay detrás, desde el operador de cámara hasta el técnico de sonido, porque cuanto más ‘controles’ sobre televisión, mejor. Hay que ser consciente de la imagen que damos a los demás, y yo me propuse aprender de todo y de todos para convertirme en lo que he sido. Nunca te canses de preguntar.

-Lydia Bosch, Miriam Díaz-Aroca…¿mantienes contacto con ellas?

-Sí. Fue un gran escaparate para mucha gente. Ellas se podían lucir, pero otras hacían de florero…no lo digo despectivamente porque detrás de ellas había mucho más, pero no fue fácil encontrar ‘su sitio’ en ese programa. Cada uno tenía su papel.

-¿Alguna vez te llegaste a sentir solo una cara bonita?

-Yo no me considero guapa, por eso Chicho me permitió hacer mucho más. Hay que estar bien preparado para estar al frente de un programa, y en televisión tienes que ser como la mujer del César, ser inteligente o por lo menos parecerlo.

-¿Tenías otro proyecto durante esa etapa? ¿Cómo lo compaginabas después de tantas horas de grabaciones?

-Hice radio en Antena 3 durante todas las mañanas, fue una etapa muy bonita en mi carrera. La recuerdo con mucho cariño.

-¿Cómo podías aguantar el ritmo?

-No lo sé (risas). Bueno, en verdad gracias a mi marido que se ocupó de la casa, de cocinar, etc. Me pude dedicar a mi carrera, y ahora parece que las mujeres tienen que ser super woman y eso solo existe en los cómics. Yo no tuve que elegir y las mujeres no deberían elegir entre su carrera profesional o la maternidad. La cosa es que te apoyen para que puedas hacerlo.

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Su gran amor

-Alberto Berco, el gran amor de tu vida. Dijiste que el día que se marchó, se llevó un trozo de ti.

-Sí. Tenía mucho carácter eh, y quiero dejar claro que aunque quieras mucho a una persona, hay que normalizar que a veces no lo soportas (risas). Ha sido el gran amor de mi vida, y no todo el mundo tiene esa suerte, pero yo tuve a mi mejor amigo, a mi mejor amante y a mi mejor consejero. Yo he tenido al amigo en casa, no al enemigo, y eso es importantísimo.

-¿Cómo llevó tu marido tu éxito?

-Lo más importante para mí fue que no teníamos conflictos. Me arrepiento de las veces que no le he dicho ‘te quiero’. No lo decimos lo suficiente, y tenemos que hacerlo cada día. Obviamente hay que demostrarlo cada día, pero también hay que decirlo. Que lo sepan aquellas personas que te importan y que no tengan dudas.

-Tu no llegaste a tener hijos, pero tienes a las hijas de tu marido, ¿no?

-Sí, las adoro y tengo dos nietos preciosos. Además, no quiero que suene mal pero no podía hacerle ‘competir’ con mi marido. Es decir, no podía hacer competir a mi marido con un hijo, porque Alberto hubiese perdido. Un hijo debería ser lo más importante en la vida de una mujer, por eso nunca he entendido cuando un matrimonio se divorcia y utiliza a los niños como ‘arma arrojadiza’.

-Después de una larga trayectoria profesional, ¿has notado el cariño de la gente?

-Mucho. Mira, yo sé lo que es pasar hambre teniendo comida en la nevera. En el momento de mi primer cáncer, a mí me alimentó el cariño de la gente. Sé lo que es estar en la calle, y que se acerca a ti una persona anónima y te abrace. O que una vecina me diga que si necesito cualquier cosa puedo llamar a su timbre. O que alguien, sin conocerme de nada, me diga de salir a dar un paseo o que esté dispuesto a acompañarme al médico. Para mí son muy importantes todas las muestras de amor y cariño que he recibido de la gente.

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Su batalla contra el cáncer

-Quince años han pasado de tu lucha contra el cáncer...

-Si hay una superviviente soy yo. He lidiado dos veces contra esta enfermedad. Tuve mi primer cáncer de lengua en el año 2009, y volvió otro cáncer en 2012. El cáncer de lengua es muy común en los gatos… Habré sido gata en otra vida (risas).

-¿Cuál fue tu mayor preocupación?

-Decirle a mi marido que tenía cáncer, otra vez. Yo decía ‘¿cómo se lo digo?´ Antes no estaba tan al día la salud mental y la ayuda psicológica, yo me vi muy sola. Alberto no me acompañó a los tratamientos de quimioterapia, porque yo no quise que él pasase por ahí, prefería ir sola. Era consciente de que Alberto lo iba a pasar peor que yo.

-¿Tú se lo decías cuando volvías a casa?

-Se lo decía a la vuelta, sabes con quien lidias, y yo conocía mucho a mi marido y que lo iba a pasar muy mal. Además, mi oncóloga me dijo que no buscase nada por internet, que le preguntara siempre a ella. Al final sabes que los médicos no te van a mentir. He tenido mucha suerte con ellos, porque me ha tocado gente empática y para recorrer esta enfermedad es esencial.

-Cuando le diste la noticia a tu marido, ¿se abrumó?

-Sí. Lo que más temía se cumplió. Alberto tuvo que tomar ansiolíticos porque quien está al lado del enfermo lo pasa mal, porque te sientes impotente. Yo le decía ‘tú tranquilo, que soy fuerte’, pero hay cosas que no se pueden esconder y él me vio pasándolo muy mal. No podía comer, era una asignatura pendiente.

-Has tenido que empezar de cero.

-Tuve que aprender a hablar, a comer, a beber líquidos. Fue volver a empezar. En resumen, tuve que aprender a vivir.

-Al final ‘perdiste’ tu herramienta de trabajo.

-Para mí, sí. Aunque seamos honestos, a mí no me jubila el público, me jubila el cáncer. Yo no tuve más remedio que aceptarlo, porque no estamos en una sociedad preparada para aceptar a la gente que es diferente. Sé que hablo mal o por lo menos, no hablo como hablaba, y las empresas esperan que Mayra Gómez Kemps hablé como hace veinte años, y eso es imposible.

-¿Crees que no tienes cabida en un programa de televisión?

-La prueba está en que no me lo dan. Te soy sincera, ahora no quiero presentar nada, pero hace diez años cuando pasó esto, sí que hubiese querido. Mi vida se puso en jaque, pero fue más que eso: la forma en que me ganaba la vida, también.

-Nunca has ocultado tu enfermedad, ¿pensabas que así podrías ayudar a otras personas?

-Yo tuve cáncer por fumar, y quise hacerlo público, para que la gente fuese consciente del peligro y las consecuencias que hay detrás. Yo sabía que si decía Mayra Gómez Kemps ha luchado y ha vencido al cáncer, otra gente también puede hacerlo. Por eso decidí hacerlo público. Yo sé lo que es que una persona baje la ventanilla del coche y grité ‘Mayra, tú sí que puedes’. Otro día me paró una señora y me dijo que con tan solo una entrevista mía, su hija llevaba un año sin fumar después de toda una vida con ello. Estas cosas son las que me llevo y ya merece la pena haberlo contado. Quiero dejar claro que se puede luchar contra el cáncer. A mí me acaba de llamar mi doctora para darme el alta oncológica después de cinco años. ¡Qué maravilla!

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Su retirada

-¿Qué vas a hacer ahora?

-Me retiro a mis cuarteles de invierno, como dijo Napoleón. Probablemente, esta sea la última entrevista que de. Me quiero retirar y que la gente me recuerde como yo era.

-¿No te gustaría hacer algo relacionado con la tele?

-No, porque en la televisión de hoy en día no hay nada para mí, yo soy muy consciente de ello. Además, hay un momento que tenemos que dejar paso a la gente joven, y aprender. Mi padre me dijo que la mejor herencia que me podía dejar era tener una buena educación.

-¿Y si te diesen a elegir tu propio formato?

-Pues me gustaría hacer un programa similar a 625 líneas. Hoy en día hay mucha oferta, y parece que todo se resume a la audiencia. En Estados Unidos pasaron por ahí, y espero que en España pase…

-¿Quién ha sido tu referente?

-José María Íñigo. Tenía un saber estar….

-¿Cómo quieres que te recuerde la gente?

-Con una sonrisa. Como yo he vivido siempre la vida. Siempre he intentado ver el lado positivo de las cosas, y tuve mucha suerte porque fui una privilegiada en mi trabajo, conocí al amor de mi vida, tuve al mejor marido posible durante más de 48 años, y encontré en él al ser más generoso, que me permitió volar, ser yo. Él me animó siempre, por eso le decía que era como la madre de la Pantoja (risas).

-¿Cómo doña Ana?

-Sí, porque me daban un premio y era como si fuese para él. Siempre digo que detrás de una gran mujer hay un hombre muy importante detrás, que no se sienta herido en su masculinidad.

-En esa época no era común que la mujer tuviese éxito.

-Totalmente. Alberto me ayudó a conseguir metas, aunque también fue muy crítico conmigo. Te cuento una anécdota, cuando estaba presentando el Un, Dos, tres, siempre nos sentábamos delante del televisior los viernes por la noche y un día me dijo ‘Cuidado, que tú tienes los ojos muy grandes y expresivos. Un pestañazo tuyo es como un golpe al espectador’ (risas). Y era verdad.

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